Saco libreta y boli y me dispongo a reconciliarme con mi musa. Las palabras brotan solas, no necesito pensar qué quiero plasmar, la necesidad de desahogo actúa por mí. Tantos interrogantes, tantas dudas, tantas situaciones feas, agobio, necesidad de respuestas. Y levanto la vista. Delante de mí hay una chavala de pie, su capucha también descansa sobre su cabeza; la mochila a la espalda y la mirada fija al río ¿Qué estará pensando? Parece que su mente está a kilómetros de aquí, y finalmente sigue su camino, y yo sigo escribiendo. Tengo escalofríos, mis huesos están calados y unas gotas mojan mi libreta. Está empezando a chispear mientras el viento no da tregua. ¿Qué hora es? Ah, todavía quedan diez minutillos. ¿Vendrá? Miro hacia delante, pero no, nadie avanza hacia mí. Sigo escribiendo y siento como la congoja va apoderandose de mi fuerza de voluntad. Casi, pero aún este cuerpecito aguanta un poco más. Amago de llanto, simplemente. ¿Por qué?
Escucho "Claaaaaaauuuuuuu" miro a mi alrededor y no veo a nadie, de nuevo : "Clauuuuuuuuuuuuuu" Ah, es mi mejor amiga, ya está aquí.
Finalmente él no vino, pero eso, es otra historia.
Domingo nublado, pensamientos grises.
"...y enseñando la mano que tenía escondida detrás de la espalda, le ofreció dos rosas"
ResponderEliminarbesos
L.
Tanta melancolía y tan cerca de mi casa...
ResponderEliminar